miércoles, 8 de octubre de 2008

Mantenimiento de los equipos II

Hace unos días nos ocupábamos de cómo proceder para lograr un correcto mantenimiento de los equipos de refrigeración evaporativa y dejábamos para una ocasión posterior ocuparnos de las incrustaciones y las corrosión. Ambos factores resultan habituales en el agua de reposición como consecuencia de la propia temperatura de la misma y los ciclos de concentración y, en la medida que ambas tendencias son perjudiciales para la instalación, han de tomarse medidas de prevención.

En primer lugar, la excesiva formación de incrustaciones sobre las superficies de transferencias de calor reduce significativamente la eficacia de dicha transferencia provocando un consumo de energía más elevado, temperaturas de enfriamiento más altas que las deseadas e incluso una parada del sistema, pero también crea un terreno propicio para la reproducción de microorganismos que puede aumentar el riesgo de contaminación bacteriológica. Las incrustaciones pueden prevenirse mediante la descalcificación del agua de aportación, el control de la purga y la dosificación de productos químicos inhibidores de incrustaciones o bien con métodos físicos como las técnicas electromagnéticas.

En lo que a la corrosión se refiere, ésta actúa en contra de los componentes de la instalación acortando su vida útil, al mismo tiempo que algunos de sus productos, como es el caso del óxido, favorecen el crecimiento bacteriológico. Su prevención viene dada por el mantenimiento de la calidad del agua de recirculación dentro de los límites especificados por los proveedores de los equipos, así como por la aplicación de dosificación de inhibidores de corrosión.

Otro problema es la suciedad de las superficies de intercambio térmico con sedimentos y lodo, que pueden controlarse con biodispersantes químicos dosificados separadamente o mezclados con un biocida químico y cuya eliminación implica el filtrado del agua en recirculación. La suciedad no sólo afecta al rendimiento térmico sino que también propicia el crecimiento de bacterias. En este punto, el control del crecimiento bacteriológico es el único instrumento válido para evitar la proliferación de bacterias que contaminan el agua en recirculación y entre las que se encuentran la Legionella Pneumophila, causante de la Legionelosis. Su evitación pasa por la utilización de productos biocidas oxidantes y no oxidantes y métodos no químicos como el ozono, la luz ultravioleta y los iones de cobre y de plata. En caso de producirse una contaminación biológica excesiva, habrá que proceder a la desinfección de la instalación.

Junto al control del agua en recirculación, se impone la aplicación de un programa de mantenimiento mecánico y de limpieza del equipo que garantice el rendimiento térmico de la instalación y su seguridad, ya que, precisamente, la falta de mantenimiento y limpieza son los motivos que pueden provocar la Legionelosis. El mantenimiento dependerá de la ubicación del equipo, la contaminación ambiental de su entorno, el tipo de proceso de enfriamiento y la efectividad de su tratamiento de agua. Periódicamente, es conveniente hacer una inspección de la instalación.